"Me estaba enamorando de la señorita Ackermann, la enfermera que extraía mis humores. Ella nunca sabría cómo cada punzada de dolor que me producía fortalecía mi ánimo. A pesar del horror de la sangre y el pus, siempre era humana y amable. Mi sentimiento amoroso por ella no sera sexual. Sólo deseaba que me envolviera con su almidonada blancura y juntos nos desvaneciéramos del mundo. Pero jamás lo hizo. Era demasiado práctica. Tan sólo me recordaría cuál era mi siguiente cita."

- Bukowski.