En mi casa somos dos y a veces tres. Contando a nuestras mascotas, que son parte de la familia, somos seis y a veces siete. Morena, una border collie preciosa, llena de amor pero un poco resentida; Nara, una perra cordobesa que adopté alla, muy de bebé, llena de amor y muy hiperquinética; Lorenzo, un gato naranja y gordo que no para de dormir y Bernardo, otro gato naranja que no para de dormir y quiere comer todo el día.
En mi casa pedimos comida porque a nadie le gusta cocinar pero si nos cocinamos algo básico, comemos todos aunque esté feo. En mi casa nos dormimos todos con las televisiones prendidas porque nos da miedo, pero si uno se queda dormido el otro se la apaga, porque somos una especie de equipo.
En mi casa todos podemos traer gente y cuánta más gente haya, más felices vamos a ser.
En mi casa tenemos una pileta y cuando es verano vienen todos nuestros amigos y nos tiramos de bomba y de palito y de mortal. Y también nos tiramos si nos empujan.
En mi casa los gatos duermen en nuestras camas abrazados y las perras tienen un cuarto con su mantita y sus juguetes (que a veces son nuestras zapatillas todas mordidas).
En mi casa no podemos tener plantas porque Nara tiene espíritu destructivo.
En mi casa todas las paredes tienen un color, un cuadro o un espejo. El arte y la alegría predominan las paredes y llaman la atención. Clara es naranja, mi viejo es verde y yo soy negro. El living es naranja, la escalera es verde y la cocina es violeta.
En mi casa hacemos competencias de quién tiene la música más alto, y si hay una sola música sonando, todos bailamos al ritmo y le pedimos al otro que suba el volumen.
En mi casa si vimos una película la recomendamos y nos juntamos a ver las novelas.
En mi casa si conseguimos un delivery nuevo, se prueba. Y si no nos gusta, se cambia. Comemos lo que queremos (y lo que podemos) y como somos dos vegetarianas contra un carnívoro, nos respetamos.
En mi casa suena el teléfono y sabemos que es mi abuela, mi tía o un telemarketer, y por eso nadie atiende a menos que esté mi viejo.
En mi casa el primero que se levanta apaga las luces, abre las cortinas, saca a las perras, les da de comer y a veces si está muy bueno compra el desayuno. Y el último que se acuesta, apaga las luces, deja durmiendo a las perras, apaga las teles de los demás y cierra las cortinas.
En mi casa aunque no seamos muy normales ni una familia "tipo" y tengamos muchos animales rodeándonos, somos felices así. Y mientras podamos vamos a seguir siendo así, porque las familias son como son y se disfrutan así.

17*6

Nos conocimos en el frío y en el calor, en la soledad y en la amistad, en el amor y la hermandad. Llegaste como si nada por mis recientes pagos y me diste un beso pidiendo permiso con una canción bastante particular. Miramos las estrellas desde un colchón mugriento y juramos jamás olvidarnos. Y no me olvido. Pasan días, pasan cosas pero vos seguís acá, acá en mi alma. Y te espero, me esperas, nos esperamos. 
¡Que sea lo que tiene que ser... Amor!
Que no sea nada más que amor, por favor.

Te devuelvo el amor que me diste en esa carta y que me das todos los días mediante otra carta.
Porque en vos no encontré solamente una piba que sonríe.
Encontré a una hermana, una compañera para toda la vida, una de esas amigas que se la bancan todas, en las buenas y en las malas.Una hermana que está ahí para hacerme bajar a la realidad cada vez que lo necesito, una hermana que ilumina mis días cantando canciones en las calles de Tandil.
Porque sos una de las personas más importantes de mi vida y te juro que no me voy a olvidar nunca de vos.
Porque cinco meses de distancia física no son nada comparados a los dos años de cercanía amorosa.
Gracias por cada palabra, cada abrazo, cada mirada cómplice, cada bancada, cada sonrisa.
NUNCA te olvides de sonreír. Sos la persona que llena de luz mis días y no quiero que te apagues nunca.
Ni todos los kilómetros del mundo nos van a separar.


Y deberás plantar y ver así a la flor nacer, y deberás crear si quieres ver a tu tierra en paz. El sol empuja con su luz, el cielo brilla renovando la vida y deberás amar, amar, amar hasta morir. Y deberás crecer sabiendo reír y llorar. La lluvia borra la maldad y lava todas las heridas de tu alma, de tí saldrá la luz tan sólo así serás feliz. Y deberás luchar si quieres descubrir la fe.  
Y esto será siempre así
quedándote o yéndote.

Cinco y unos números más

Me alejo cinco meses de treinta y dos dolores de cabeza, me alejo cinco meses de cincuenta y cuatro angustias, me alejo cinco meses de noventa y ocho personas que no me caen bien, de sesenta y nueve colectivos, de veintinueve malhumores. Me alejo de diez personas que me hacen mal y cincuenta que me hacen bien, me alejo de tu voz y de dormir con mis gatos noches incontables. Me alejo de treinta y dos cosas lindas y de treinta y dos cosas feas. Cincuenta y seis cocinadas en horno y cuarenta viajadas en tren. Y por sobre todo, me alejo de ciento dieciséis noches tirada en mi cama sin querer estar acá.
Dándole vueltas y mirando el asunto de todos lados, concluyo en que no hay ser humano más importante que el que está en tu corazón todos los días y lamentablemente, de esos seres humanos también me alejo. Me alejo en cuerpo, porque en alma siempre van a estar. Y los quiero, los quiero con todo mi corazón y con toda mi mente, pero cinco son necesarios en mí y tengo que cumplirle el capricho a mi cerebro.


Se encontraba ajena a respirar tóxico por la nariz y exhalar incomodidad. No le gustaba despertar con bombardeos a sus cinco sentidos y menos aún, la distancia entre cada persona por más que la tuviera a diez metros. Caminar en la ciudad para ella era una catástrofe, respirar era dolor y observar a su alrededor era sentir más y más necesidad de irse. No podía comprender cómo a los demás les gustaba vivir en eso que para ella era tan horrible y los demás no podían comprender por qué ella era tan diferente.
Y por ser diferente tuvo que soportar distancias, malos tratos, palabras lastimosas y otras cosas que guardó por miedo a llorar. "Llorar te muestra débil, no lo hagas". Y así siempre. 
Y se guardó, se guardó, se guardó hasta que un día explotó. Pum. 
Nunca escuchó nada más.

(la ventana al amor)
Si elijo no ser otro animal es porque le tengo miedo al ser humano. Le tengo miedo a él y te tengo miedo a vos. Y no temo por mi posible muerte o por algún extraño depredador, sino por esa mente humana que todo lo puede, que nada le importa, que lava las ollas totalmente automatizada y no respeta a los árboles de misiones ni a los animales del sur. Esa mente que por dentro está podrida y por fuera hace como si no pasara nada, que mata por matar y lastima por resentimiento. Les tengo miedo porque ellos controlan, entienden, hacen y deshacen a su parecer como si los demás seres vivos no tuviéramos sus mismos derechos. Cortan, sacan, ponen, comen, matan, lastiman, separan, aman. Aman a su manera, que es bastante particular, y no creo que algún día llegue a entenderla. Aman con amor, aman con odio, con locura, con pasión, con tristeza e incontables adjetivos descriptivos (algunos no tan lindos). Respiran veneno y se lo tragan sin saber, y totalmente alienados siguen los pasos de los demás sin disfrutar de un porro en el río, como nosotros los animales sí sabemos hacer.  

Elegí ser libre.

No dejes que te atrape. No dejes que forme parte y crezca adentro tuyo ese miedo a vivir. Sé libre, disfruta cada milímetro de lo que amas. AMA. Ama conscientemente y sin depender. Que no haya heridas que curar porque ya se curaron con amor. No dejes que te llenen la cabeza con ideas falsas del amor, ellos no lo conocen. No seas un dominó más en éste juego interminable. Viví cada día como si fuera el último. Viví ahora, que el tiempo no perdona ni un segundo. No te dejes encadenar, rompe con todo lo que te ate a ser uno más. Viví, que la felicidad no se compra ni se vende, que por más clase social que tengas, si no hay amor no hay nada. No dejes de perseguir tus sueños, que sino con el tiempo ellos te van a perseguir a vos, atormentándote. Hace, viví, lucha, ama, por sobre todo, nunca te olvides de la palabra libertad. 



(Foto de https://www.facebook.com/hechoenlibertad/, página con hermosas frases de una hermosa pibita)
Con una brújula rota intento guiarme sin lograrlo, persigo rastros viejos sin poder encontrar el camino. Mis ojos ya se cegaron, mi boca no pide más auxilio. ¿Para qué? Si ya nadie escucha mi torpeza. Las ramas me golpean y me penetran, incesantes, sin culpa alguna. Encontré un río y traté de ahogarme. No puedo ni morir. El sol me evaporiza las lágrimas y me llena de energía. Energía inútil que ningún uso le voy a dar. ¿Para qué? Si ya ni caminar puedo. El alma se me carga de toneladas de tristeza y cada vez me resulta más difícil encontrar el camino. Intento seguir, en soledad, callada, y cuando finalmente creo encontrar el camino, incontables manos me detienen. Ahí es cuando tengo que decidir. Dos caminos diferentes, con personajes diferentes, elección para toda la vida. ¿Cómo se hace? ¿Bajo qué parámetros tengo que decidir? Grito ayuda. Nadie escucha. 

Todo empezó entre llaves confusas y miradas dormidas. La felicidad saltaba la reja y nos unía sin darse cuenta. Y esa noche todo terminó entre sábanas desconocidas que me reventaron el cerebro y no me dejaban parar de sonreír. Siguió en algún bosque nublado, que para llegar a él tuve que cruzar desiertos y descampados, pero cuando me recibió la manada sentí mucho alivio de estar ahí, con vos. Y no me acuerdo un minuto en el cual dejé de pensar en vos, en tus ojos, en cómo nuestras sonrisas se mimetizaban y se hacían una. Cómo me abrazabas y me acariciabas, en cómo no podíamos parar de sentirnos. Y ese bosque, del cual yo tenía tanto miedo, me abrió la panza en dos y me la lleno de mariposas bajo la orden de no dejarlas salir nunca más. Y ahora cada vez que te veo, que te escucho, que te leo, las mariposas están ahí, revoloteando ansiosas por salir y llenarte la cabeza de amor.