Pasó un segundo después de que cerré la puerta de calle de mi casa, y ya me había inundado ese calor tan típico de Buenos Aires en verano. Me encontré media mareada, pensando en cuál era la llave para cerrar... Al fin y al cabo había pasado bastante tiempo desde que no volvía ahí, así que podía olvidarme. Cuando terminé de girar, saqué y emprendí viaje para recorrer mi lugar (que debo confesar que un poco extrañaba), sintiéndome reacia al asfalto y los bocinazos, pero pensando en la felicidad de mis mascotas al reencontrarnos.