sin luz por doce minutos.

Tengo ganas de no tener ganas de verte, de no respirarte a cada paso. Tengo miedos que me deshidratan, me agarran y me absorven como si nada, dejándome así más seca que tu corazón, y sin embargo sigo pensando que sin luz no sirve y que sin 12 eneros no existís. Busco abajo de mis alergias un pedazo de piel para que mastiques, mientras te fumas un porro y miras el amanecer del fin del mundo. 
El día fue más largo que la noche y se me hizo infinito mientras me hipnotizaba en cada pestañeo y en cada respiración. Porque si tus pulmones son más profundos que los míos de mí no depende, y no me extraña que me extrañes cada vez que escuchas el silbido de un pájaro amarillo que te saluda desde arriba.