Cosas que nadie quería escuchar


Salimos de casa a las 7:30. Llegamos al aeropuerto y después de hacer una cola bastante larga, fuimos a tomar algo. Papá tomó un café con medialunas y yo una paso de los toros con oreos que tenía en mi mochila. Al terminar y pagar, embarcamos. En el Free Shop compré una bolsa grande de M&MS y una caja grande de Nerds. Papá se compró un cartón de cigarrillos en forma de caja gigante y nos sentamos a esperar. Estaba muerta de sueño y necesitaba acostarme, así que tiré mi mochila en el piso y me acosté. Abré dormido 20 minutos, demasiado incómoda, me levanté y empecé a leer mi libro de Cortázar. La subida al avión fue un quilombo, los de la empresa cubana tardaron un montón y todos estábamos quejándonos. El vuelo ya se había retrasado por su culpa y todos estábamos desde muy temprano. Ya eran como las 11, o 12 y después finalmente empezamos a subir al avión. Organizaron por filas la subida, cosa extraña pero para que todos dejen de quejarse. Nuestro avión salió a las 14:oo del 3 de enero del 2012.
Durante el vuelo, cuya duración era de 8 horas, dormí, comí m&ms, escuché a mi papá roncar, leí mucho y comí más m&ms. Casi que me empacho. Nos dieron de cenar ravioles con una salsa que estaba buenísima, por suerte no sufrí de hambre cosa que pensé que haría. Con mi viejo todo el viaje guardamos proviciones pero al final no las necesitamos. Después de casi exactas 8 horas, llegamos al aeropuerto en Holguín, sur de Cuba. Había músicos tocando y una mesita con ron y cola para los turistas recién llegados. Acompañado del ron, nos dieron un mapita de Holguín. Hicimos la entrada al país como correspondía, esperamos las valijas y nos fuimos en busca del micro que nos llevaría al hotel. Después de casi 8 horas de espera más las que veníamos levantados, por llegar al aeropuerto temprano, teníamos otra hora más hasta el hotel desde el aeropuerto.
La ruta nacional desde el aeropuerto hasta los hoteles es terrible, no hay NADA de luz y la gente como mucha no tiene autos, tiene que andar de noche con esa oscuridad. Hay que ir siempre con las luces altas para poder ver y cada bastantes kilómetros hay un farol.
Llegamos al hotel "Blau Costa Verde", increíblemente lindo y nos recibieron bien. En la habitación yo me caí del sueño y mi papá no sé, ya no podía ni pensar ni escuchar ni activar ninguno de mis sentidos a ese momento del día, después de un millón de horas de viaje. Al otro día recorrimos el hotel, nos contaron que había un snack abierto 24hrs con todo incluído, un restaurant especialmente cubano y otro italiano, además del restaurant común del hotel. El internet era con unas tarjetitas y salía 6 dólares la hora.Tenía una pileta super linda, una "tienda" para comprar souvenirs y cosas así, un lugar con corazones que todos los extranjeros dejaban una piedrita con forma de corazón que supuestamente le daba suerte a la pareja o algo así que no me acuerdo. También tenía salida al mar y la playa no era tan grande, era cómoda y linda pero el sector del mar en el que estábamos nosotros tenía muchas algas y era incómodo meterte así. Por las noches había shows de baile o canto, también había algunos para distraer a los pendejos insoportables. Una vez cantó una negra increíblente!!!! Es triste que no pueda salir de su país para exparcir su talento por el resto del Caribe.
Ya ni me acuerdo el órden de cómo hicimos las cosas ese día. Al día siguiente fuimos a hacer snorkel y a nadar con delfines. Yo creo que esa fue una de las partes del viaje que más me gustó porque yo nunca había buceado ni estado con delfines. Nos subimos a un micro que nos llevó al puerto de Holguín, nos subimos a un catamarán y ahí fuimos directo a la barrera de coral. En el catamarán teníamos bebida (de cualquier tipo) incluída. No sé cuánto tardamos pero al llegar ahí, fue increíble. Fui la segunda en tirarme, después de papá y el instructor y me inundó una sensación super linda. No hay palabras para describir lo que fue ver y nadar con todos esos peces alrededor, la cámara de agua no tenía batería y tampoco teníamos cargador, así que, lamentablemente, no tengo fotos de eso. Después de una hora de hacer snorkel, nos subimos al catamarán de vuelta con rumbo al delfinario. Allí almorzamos, mi papá una langosta y yo pollo, y después de un rato nadamos con delfines. Él primero para que yo le saque fotos, y yo después para que él me saque a mí. Los delfines nos dieron besos, aplaudieron con nosotros, bailaron, dieron vueltas, etc. A mí me persiguieron, eso no estuvo tan bueno jaja. Al día siguiente fuimos en uno de esos taxis de 1950 a dar una vuelta por Guardalavaca, un pueblito cerca de los hoteles que tenía una feria de artesanos y un cementerio aborigen. Estuvo bueno, qué se yo, nada impresionante. Ese día estuvo nublado y no hicimos nada. Al otro nos fuimos con rumbo a Varadero.
El aeropuerto de Holguín es una mierda, ya ni me acuerdo cómo o cuál de todos los aeropuertos que visité era, son prácticamente todos iguales, pero me acuerdo que tuvimos un inconveniente con los pasajes que se solucionó al toque. Teníamos que ir hasta La Habana en avión y desde allí en auto hasta Varadero. Creo que el vuelo duró dos horas. Al llegar a La Habana tuvimos que bajarnos del avión y subirnos a un micro para llegar hasta la puerta del aeropuerto. Me senté al lado de un negro que vivía en La Habana pero estaba de vacaciones en Holguín, que me intentó chamuyar, me pasó su número de teléfono, mail y me dijo que si nos encontrábamos en La Habana me iba a hacer pasar un buen rato. El momento fue incómodo, porque me insistió mucho y el viajecito en micrito se hacía interminable. Cuando llegamos ¡finalmente!, después de agarrar las valijas, nos subimos a un taxi que había contratado nuestra empresa de turismo para llevarnos a Varadero. Era temprano, hacía mucho calor y yo estaba cansadísima. El taxista habló mucho y nos contó muchas cosas. Entre otras dijo que él, en 54 años de vida, nunca había tenido teléfono y que seguía sin tener. Nos contó que su hermano, después de irse a Miami en busca de una vida libre, había perdido la ciudadanía cubana y que eso le ponía muy triste. Dijo algo que me quedó grabadísimo: "las ideas son más fuertes que cañones". Nos habíamos despertado a la madrugada y ya viajar se tornaba insoportable.
Llegamos a Varadero y la atención de "Villa Tortuga" era demasiado mala. Nos dieron un cuarto el cuál tenía la puerta podrida, por lo que fuimos a cambiarlo. Las próximas dos habitaciones que nos dieron tenían cama matrimonial y yo no iba a dormir con mi papá en la misma cama. La cuarta habitación que nos dieron estaba bien. No era wow, pero era cómoda. Tenía un balconcito lindo con dos sillones y un baño cómodo. También tenía un snack con todo incluído, pero no estaba abierto las 24 horas. El desayuno era hasta las 9 30 y yo siempre terminaba sin desayunar por levantarme tarde. Lo único que comí en Varadero fue pollo, sandwich de jamón y queso tostado y pringles. El internet salía 5 cubanos (es CASI lo mismo que 5 dólares) la media hora. Un pool que había que pagar y una pileta bastante linda a la cuál nunca me metí. La playa de Varadero era increíblemente linda, me metí más al mar en Varadero que en toda mi vida. Los días fueron super lindos, así que no hicimos ninguna excursión.
En la playa había un bar en el cuál tomábamos jugo todo el día o cerveza o lo que pintaba. Leí todo "La mujer del lunar", me gustó mucho. Empecé "Los Miserables" pero lo dejé porque no me gustó mucho. A las 18 30 ya se hacía de noche, así que aproveché esa hora hasta las 21 que cenábamos, leyendo. Me bañaba y me iba a leer al snack tomando jugo de naranja con mucho azúcar. Los lugares en los que leía variaban. El snack, la playa, un barcito que había cerca de la recepción, unos sillones cerca de mi habitación o unas reposeras cerca de la pileta. Después de cenar me volvía a ir para leer y volvía temprano, me dormía y a la mañana temprano me levantaba para desayunar y después ir a la playa.
El último día que nos levantamos temprano para hacer el paseo en el micro que no tiene techo para recorrer toda la ciudad. Desde el micro yo había visto una cartera linda, entonces arreglamos con mi viejo que cuando el micro estuviese volviendo, nos bajábamos y veíamos las cosas que había en la feria. Caminamos bastante, compramos muchos regalos y volvimos al hotel en un cocotaxi. El cocotaxi es una moto, cubierta por un techito amarillo, que atrás del conductor hay dos asientos. Es indescriptible e inimaginable pero después voy a subir una foto.
Al llegar al hotel nos querían hacer pagar 30 dólares más porque la hora de check out ya había terminado... ¡chupenla! no les pagamos una mierda y armamos nuestras cosas rápido y nos fuimos a la recepción a esperar el micro que nos llevaría hasta La Habana.
En la mitad del viaje se largó a llover pero fue poquito, así que no había riesgo de nada. Llegamos a La Habana y después de dejar a varias personas en sus respectivos hoteles, llegamos al nuestro. Era muy lindo y lujoso, cosa que nosotros no esperábamos para nada. A las 16:30 de la tarde del 11 de enero, después de 3 o 4 meses de espera, llegamos a esa ciudad que tanto deseábamos conocer. Tenía un lobby lindo, con muchas pinturas y muchos sillones lindos. Había un comedor, carísimo, y un bar que abría después de las 12 creo, o algo así. Había otro bar que era durante todo el día/noche pero estaba incluído al lobby, el otro no. Un piso más abajo, estaba el lugar en donde desayunábamos. Si seguías por un pasillo lleno de arte, llegabas a un lugar donde podías almorzar, con puertas al patio. El "patio" incluía una pileta inmensa a la cuál tampoco nunca me metí porque los días que nos tocaron en La Habana fueron todos nublados. La noche de nuestra llegada hubo una tormenta increíble, la cuál nos quedamos varias veces sin tele y una vez sin luz.
El segundo día fuimos a caminar. Nos tomamos un taxi hasta la Plaza de la Revolución, sacamos fotos como es debido y seguimos caminando hasta el Capitolio. Nos metimos por la Habana vieja sin saber lo que eso implicaba o cómo era. Todas las casas viejas, que tenían un "porche" para la vereda, era usado como puesto deloquesea. Con tal de ganar plata, ellos vendían. Ver para adentro las realidades de esas casas fue horroroso. Sus realidades son tan distintas a nosotros que da miedo. La gente haciendo la cola para tener su pan mensual, eso sí que es triste.
Después de cuadras y cuadras de cruel realidad y gente mirándonos raro, llegamos al Capitolio. La verdad, que es igual a nuestro Congreso así que no quedé tan impresionada. Los edificios sí que son hermosos, pero están demasiado venidos abajo y con muchas personas viviendo en un mismo ambiente se vuelve complicado. Después de la caminata que duró toda la mañana, volvimos al hotel cansadísimos y nos pedimos un sandwich de jamón y queso para cada uno. Esa tarde no hicimos nada y a la noche fuimos a comer a un paladar. Los paladares son casitas de gente cubana, medianamente arregladas en las que te sirven comida típica barata y muy rica. La "gerente" se llamaba Vilma y estaba embarazada del dueño. La moza, Laura, era la sobrina y era muy linda y buena onda. Ella tenía 20 años y Vilma 35 o algo así. Estábamos nosotros solos y unos austrialianos, los cuales ayudé para saber si querían postre o no. Después de comer nos pusimos a hablar con Vilma y Laura, que nos contaron que ninguna había salido de su país en toda su vida. Laura me preguntó si me gustaban los Arctic Monkeys, cosa que no pude creer porque no entendía cómo en Cuba los conocía!!! Me contó que unas amigas de ella le traían cds de Londres o algo así. Al final de la noche intercambiamos Facebook y todavía hoy, cada una semana, ella me responde y yo le mando música para que conozca.
Al tercer día hicimos un tour. Incluía, de vuelta, la Plaza de la Revolución y el Capitolio pero además una parte de La Habana vieja super linda y un mercado de artesanos. La parte de La Habana vieja que recorrimos, a mí me hizo acordar mucho a San Telmo. Los negocios son muy parecidos. Visitamos la Bodeguita del Medio, llamada así porque generalmente todos los bares/bodegas, estaban en la esquina pero ésta estaba en la mitad de la cuadra. Sacamos fotos muy por encima porque estaba atestada de gente que quería mojitos así que nos fuimos a tomar algo a otro bar, que no me acuerdo el nombre. Caminamos mucho. Durante todo este tour que hicimos le tuve que hacer de traductora a dos viejitos que no sabían una palabra en castellano, y nuestra guía era un queso para hablar inglés. Después de eso nos fuimos a una fortaleza increíblemente linda, en donde estaba el chabón que había armado los habanos más grandes del
mundo y estaba en el Record Guiness. Después de eso fuimos a almorzar a un hotel que se llama El Nacional y parece que es uno de los más conocidos en Cuba. Un montón de famosos desde la época del 40 fueron ahí, y en el hotel hay un salón lleno de fotos de todos los que estuvieron ahí. Cuando terminamos de almorzar fuimos a recorrer el mercado, en el cuál compré bastantes cosas. De vuelta al hotel no podíamos más y nos dormimos muy temprano. Al otro día fuimos de vuelta al mercado pero ésta vez mi papá y yo solos y nos fundimos más o menos jaja compramos demasiadas cosas, es que estaba todo muy barato y era todo muy lindo!
Quedaban como 2 días más y ya no sabíamos qué hacer. La Habana es, como dicen todos, para ir 3 días máximo pero bueno, la cabezona que les escribe quería más días.
Mi opinión acerca de Cuba en general no es tan buena como esperaba. Las playas son increíble
s, para la gente que le gusta la playa está genial, son lindísimas y volvés bronceadísimo. La atención, depende el lugar y el hotel claro, es genial generalmente. Pero La Habana es otra realidad totalmente diferente. La gente en la calle te habla para que le des algo o para llevarte a cenar a tal lugar o para, de alguna forma, sacarte plata. No lo hacen por chorros, lo hacen porque realmente necesitan la plata extranjera. Te ofrecen taxis todo el tiempo, y ya realmente se torna insoportable. Fue un poco incómodo ese tema, como también que todos me miraban la cámara todo el tiempo. Yo estoy acostumbrada a Argentina, país en el cuál todos te quieren robar o directamente lo hacen e ir a Cuba y que me hablen en la calle o me ofrezcan cosas se tornó
un poco incómodo. Pero la verdad, que conocer otra realidad nunca viene mal. Después de este viaje la cabeza me cambió un montón y ahora pienso diferente en bastantes temas que antes tal vez no consideraba.
(La noche desde el piso 17 de la habitación de La Habana)

(El Capitolio Cubano)