Si elijo no ser otro animal es porque le tengo miedo al ser humano. Le tengo miedo a él y te tengo miedo a vos. Y no temo por mi posible muerte o por algún extraño depredador, sino por esa mente humana que todo lo puede, que nada le importa, que lava las ollas totalmente automatizada y no respeta a los árboles de misiones ni a los animales del sur. Esa mente que por dentro está podrida y por fuera hace como si no pasara nada, que mata por matar y lastima por resentimiento. Les tengo miedo porque ellos controlan, entienden, hacen y deshacen a su parecer como si los demás seres vivos no tuviéramos sus mismos derechos. Cortan, sacan, ponen, comen, matan, lastiman, separan, aman. Aman a su manera, que es bastante particular, y no creo que algún día llegue a entenderla. Aman con amor, aman con odio, con locura, con pasión, con tristeza e incontables adjetivos descriptivos (algunos no tan lindos). Respiran veneno y se lo tragan sin saber, y totalmente alienados siguen los pasos de los demás sin disfrutar de un porro en el río, como nosotros los animales sí sabemos hacer.