-¿Qué pasa? -Pregunté-. ¿Por qué no habla?
-Yo también -musitó.
-¿Yo también qué? -Pregunté con ansiedad.
-Que yo también no he hecho más que pensar.
-¿Pero pensar en qué? -seguí preguntando, insaciable.
-En todo.
-¿Cómo en todo? ¿En qué?
-En lo extraño que es todo esto... lo de su cuadro... el encuentro de ayer... lo de hoy... qué se yo...
La impresición siempre me ha irritado.
-Sí, pero yo le he dicho que no he dejado de pensar en usted -respondí-. Usted no me dice que haya pensado en mí.
Pasó un insante. Luego respondió:
-Le digo que he pensado en todo.
-No ha dado detalles.
-Es que todo es tan extraño, ha sido tan extraño... estoy tan perturbada... Claro que pensé en usted...
Mi corazón golpeó. Necesitaba detalles: me emocionan los detalles, no las generalidades.
-¿Pero cómo, cómo?... -pregunté con creciente ansiedad-. Yo he pensado en cada uno de sus rasgos, en su perfil cuando miraba el árbol, en su pelo castaño, en sus ojos duros y cómo de pronto se hacen blandos, en su forma de caminar...