Abrí los ojos y estaba tirada encima de un fango tan acuoso que sentía que me hundía con cada movimiento. No sabía cómo había llegado ahí pero ahora lo único que importaba era cómo salir, cómo encontrar. Caminé durante horas, buscando algún camino que me saque de ese pantano en el que me enterraba un poquito más a cada paso. El agua con tierra me llegaba hasta las rodillas y me costaba mover las piernas, cada pisada costaba más y yo sólo pensaba en darme por vencida.
Un pajarito me contó alguna vez que tarde o temprano todo llega y sobre todo en el momento menos esperado. Me aferré a ese dicho con las pocas esperanzas que me quedaban y seguí mi paso como pude. Me caí muchas veces y me ensucié más de lo que hubiese querido, el agua avanzaba en todo su esplendor y seguía tan perdida como al principio pero ahora sabía que quería seguir, que quería vivir.
Busqué el camino y muchos meses después lo pude encontrar. Era de tierra y con muchos baches pero era un camino al fin y me había sacado de la oscuridad de ese inolvidable pantano que tanto me hizo sufrir.