Un sabor compartido, miradas intercambiadas y algún té que los acercó una tarde/noche de invierno. Alguna melodía de Pink Floyd consensuada entre ambos y una lluvia incesable.
Ideas desparramadas por cada cerebrito que nunca salieron a la vida y dos almas tímidas, prácticamente desconocidas pero compatibles. Risas y luego llanto, pero sin preocuopaciones... el otro estaba ahí para consolar cualquier mínimo tormento.