
Lo llamé porque lo necesitaba. Bah, necesitar, demasiado significado en una palabra sola.
Lo llamé porque quería sentir su voz, porque extrañaba esa mirada perdida y porque moría por escuchar, en el más profundo de los silencios, sus latidos. Dinámicos y únicos. Sí, lo necesitaba.
La noche se quemó en palabras y él fue parte de ese fuego. Hablamos. Hablamos mucho. Pero se fue y para no volver.
Cómo lo voy a extrañar.